LAS MALAS PALABRAS
El 19 de noviembre de 2004, el dibujante Roberto Fontanarrosa participó del debate por la internacionalización del español y dando un toque de color al Congreso de la lengua, desarrolló una divertidísima disertación sobre las malas palabras, para las que reclamó "una amnistía" y pidió que "cuidemos de ellas, integrémoslas al lenguaje, porque las vamos a necesitar".
No voy a lanzar ninguna
teoría. Un congreso de la lengua es un ámbito apropiado para plantear preguntas
y eso voy a hacer.
La pregunta es por qué
son malas las malas palabras, ¿quién las define? ¿Son malas porque les pegan a
las otras palabras?, ¿son de mala calidad porque se deterioran y se dejan de
usar? Tienen actitudes reñidas con la moral, obviamente. No sé quién las define
como malas palabras. Tal vez al marginarlas las hemos derivado en palabras
malas, ¿no es cierto?
Muchas de estas
palabras tienen una intensidad, una fuerza, que difícilmente las haga
intrascendentes. De todas maneras, algunas de las malas palabras... no es que
haga una defensa quijotesca de las malas palabras, algunas me gustan, igual que
las palabras de uso natural.
Yo me acuerdo de que en
mi casa mi vieja no decía muchas malas palabras, era correcta. Mi viejo era lo
que se llama un mal hablado, que es una interesante definición. Como era un
tipo que venía del deporte, entonces realmente se justificaba. También se lo
llamaba boca sucia, una palabra un poco antigua pero que se puede seguir
usando.
Era otra época,
indudablemente. Había unos primos míos que a veces iban a mi casa y me decían: “Vamos
a jugar al tío Berto”. Entonces iban a una habitación y se encerraban a putear.
Lo que era la falta de la televisión, que había que caer en esos juegos
ingenuos.
Ahora, yo digo, a veces
nos preocupamos porque los jóvenes usan malas palabras. A mí eso no me
preocupa, que mi hijo las diga. Lo que me preocuparía es que no tengan una
capacidad de transmisión y de expresión, de grafismo al hablar. Como esos
chicos que dicen: “Había un coso, que tenía un coso y acá le salía un coso más
largo”. Y uno dice: “¡Qué cosa!”.
Yo creo que estas malas
palabras les sirven para expresarse, ¿los vamos a marginar, a cortar esa
posibilidad? Afortunadamente, ellos no nos dan bola y hablan como les parece.
Pienso que las malas palabras brindan otros matices. Yo soy fundamentalmente
dibujante, manejo mal el color pero sé que cuantos más matices tenga, uno más
se puede defender para expresar o transmitir algo. Hay palabras de las
denominadas malas palabras, que son irremplazables: por sonoridad, por fuerza y
por contextura física.
No es lo mismo decir
que una persona es tonta, a decir que es un pelotudo. Tonto puede incluir un
problema de disminución neurológico, realmente agresivo. El secreto de la
palabra “pelotudo” –que no sé si está en el Diccionario de Dudas- está en la
letra “t”. Analicémoslo. Anoten las maestras...
Hay una palabra
maravillosa, que en otros países está exenta de culpa, que es la palabra “carajo”.
Tengo entendido que el carajo es el lugar donde se ponía el vigía en lo alto de
los mástiles de los barcos. Mandar a una persona al carajo era estrictamente
eso. Acá apareció como mala palabra. Al punto de que se ha llegado al eufemismo
de decir “caracho“, que es de una debilidad y de una hipocresía…
Cuando algún periódico dice “El senador fulano de tal envió a la m… a su par”, la triste función de esos puntos suspensivos merecería también una discusión en este congreso.
Hay otra palabra que quiero apuntar, que es la palabra “mierda”, que también es irremplazable, cuyo secreto está en la “r”, que los cubanos pronuncian mucho más débil, y en eso está el gran problema que ha tenido el pueblo cubano, en la falta de posibilidad expresiva.
Cuando algún periódico dice “El senador fulano de tal envió a la m… a su par”, la triste función de esos puntos suspensivos merecería también una discusión en este congreso.
Hay otra palabra que quiero apuntar, que es la palabra “mierda”, que también es irremplazable, cuyo secreto está en la “r”, que los cubanos pronuncian mucho más débil, y en eso está el gran problema que ha tenido el pueblo cubano, en la falta de posibilidad expresiva.
Lo que yo pido es que
atendamos esta condición terapéutica de las malas palabras. Lo que pido es una
amnistía para las malas palabras, vivamos una Navidad sin malas palabras e
integrémoslas al lenguaje porque las vamos a necesitar.
Comentarios
Publicar un comentario